martes, 21 de febrero de 2012

Cielo líquido


Metemos los pies en las nubes y por un momento, muy fugaz, no entendemos. ¿Un cielo líquido? Después...sentimos, sabemos, aunque nos queda la huella de ese destello de ambigüedad placentera que matiza en la piel el roce suave del agua.
Nos alegra, nos consuela encontrar este fragmento de Naturaleza humanizada. Es posible su existencia; es posible la armonia entre la Tierra y nosotros. Aún. De forma inconexa y precaria.
 ¿Por qué no disfrutar ahora de que este instante y este lugar existen? Podemos, con el placer del juego y ya sin sorpresa, abrir caminos en las nubes y el cielo. Anocheciendo con ellos.

domingo, 12 de febrero de 2012

No pudimos, no quisimos


¡Qué extraña nos resulta una mirada tan directa de un desconocido, aunque sea a través de una fotografía! La expresión de la cara de este hombre nos produce cierta incomodidad. 
Da la impresión de que está en el dintel de la puerta que separa dos mundos: el suyo y el ajeno.
Aprender a leer expresiones y miradas es largo y difícil. Cuesta. Por eso muchas  veces nos gustaría fijarnos sólo en colores, formas y texturas de caras y ojos. Como si detrás de ellos no hubiera más que piedra, madera o metal, como en una escultura. Poder mirarlos con placer o desagrado. Sin implicaciones ni consecuencias. Que esos ojos no penetraran los nuestros. Y, como en este caso, los labios cerrados y la mirada oscura no nos cerrasen el paso. No nos interrogasen...
 La puerta, semicerrada, la inclinación inestable del cuerpo, nos alejan. Nos despiden. No pudimos, no quisimos, pasar la frontera.


jueves, 9 de febrero de 2012

Refugio


Más que feo, nos parece un rincón triste, de una tristeza solitaria, desvencijada, nadando en un olor fuerte e indefinible. Y quizá no  sea así para quien lo vive como refugio. El calendario, por ejemplo, puede ser algo  obsceno o la puerta a un breve paréntesis de sueños placenteros para quien es posible que no pueda vivir demasiados. Los objetos dispares distribuidos aparentemente al azar, con certeza significan algo para su dueño. No están abandonados nos dice la manta doblada.
 El desagrado hace que no queramos  abrir esa puerta. O el respeto. Por triste y húmedo que nos parezca el lugar en su dejadez, alguien lo habita, alguien que quizá necesite la irreal y cálida compañía de la mujer del calendario.

viernes, 3 de febrero de 2012

Sal marina


Montañas de sal marina. Ningún salinero a la vista. Nadie. En esta imagen nada nos recuerda que estamos en una isla ahora conocida por su temporada de ruido y multitudes. Muy al contrario nos transmite, con el blanco matizado de la sal y con la nitidez del amarillo de la máquina en reposo, el silencio que descubre la complejidad de la vida. Con qué facilidad nos dejamos deslumbrar por lo que brilla aunque conozcamos la existencia de mundos secretos tras esos focos.
Instantánea de un trabajo antiguo y vivo aún, cambiante y que, con tantos otros, constituyen el fondo más real y característico de una  tierra. Sal y máquina descansan del esfuerzo de quienes las mueven y la calma de un mar ausente empapa los blancos, amarillos y grises.