Más que feo, nos parece un rincón triste, de una tristeza solitaria, desvencijada, nadando en un olor fuerte e indefinible. Y quizá no sea así para quien lo vive como refugio. El calendario, por ejemplo, puede ser algo obsceno o la puerta a un breve paréntesis de sueños placenteros para quien es posible que no pueda vivir demasiados. Los objetos dispares distribuidos aparentemente al azar, con certeza significan algo para su dueño. No están abandonados nos dice la manta doblada.
El desagrado hace que no queramos abrir esa puerta. O el respeto. Por triste y húmedo que nos parezca el lugar en su dejadez, alguien lo habita, alguien que quizá necesite la irreal y cálida compañía de la mujer del calendario.
El desagrado hace que no queramos abrir esa puerta. O el respeto. Por triste y húmedo que nos parezca el lugar en su dejadez, alguien lo habita, alguien que quizá necesite la irreal y cálida compañía de la mujer del calendario.
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