¡Qué frío! Una calle desconsoladora que estremece y bloques de pisos fúnebres de los que parecen haber huido hasta los muertos o sus huesos.
Se necesita todo el amor y el dolor de quienes visitan a sus habitantes para que el desamparo y la angustia no los convierta en hielo. Aquí los muertos son más muertos y los vivos que se acercan, menos vivos. Falta tierra, falta hierba, falta aire.
Sólo el ciprés, al fondo de un recodo, tras una cruz, ayuda a escapar hacia niebla y montañas vivas.
Hay cementerios que arropan, que consuelan, que nos muestran con calma la realidad de la muerte. Los hay hasta alegres, con árboles, flores y bancos donde apetece sentarse a charlar con la ausencia de alguien.Y marchar serenamente triste.
Este pueblo de cemento y negrura sólo invita, eso, a la huida, al llanto, al miedo...
Se necesita todo el amor y el dolor de quienes visitan a sus habitantes para que el desamparo y la angustia no los convierta en hielo. Aquí los muertos son más muertos y los vivos que se acercan, menos vivos. Falta tierra, falta hierba, falta aire.
Sólo el ciprés, al fondo de un recodo, tras una cruz, ayuda a escapar hacia niebla y montañas vivas.
Hay cementerios que arropan, que consuelan, que nos muestran con calma la realidad de la muerte. Los hay hasta alegres, con árboles, flores y bancos donde apetece sentarse a charlar con la ausencia de alguien.Y marchar serenamente triste.
Este pueblo de cemento y negrura sólo invita, eso, a la huida, al llanto, al miedo...
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