Una casi catedral ferroviaria. Observamos con extrañeza la ausencia de movimiento y de pasajeros, propios de una estación. Vidrieras, cúpulas, arcos e iluminación crean un espacio hermoso con cierto aire de museo en el que unas pocas personas ocupan márgenes mínimos.
Sólo cobra vida en el andén, bajo la bóveda acristalada de líneas ondulantes, cuando nos va acercando a una mujer con la que forma una especie de estampa oriental. Una mujer aparentemente ajena a nuestra presencia pero cada vez más próxima.
Museo ferroviario o estación viva. Ni la bóveda ni la mujer abstraída nos lo descifran.
Sólo cobra vida en el andén, bajo la bóveda acristalada de líneas ondulantes, cuando nos va acercando a una mujer con la que forma una especie de estampa oriental. Una mujer aparentemente ajena a nuestra presencia pero cada vez más próxima.
Museo ferroviario o estación viva. Ni la bóveda ni la mujer abstraída nos lo descifran.
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