miércoles, 25 de enero de 2012

Proa



La imagen nos muestra una escena cotidiana y clara: un hombre mira el puerto y el mar desde lo alto de la ciudad. Pero algo hace que miremos la fotografía una y otra vez. La cámara nos dice más, no sabemos exactamente qué. ¿Lo sabía quien quiso guardar esa escena? ¿Lo intuía? Nada de símbolos. No. Algo igualmente real pero oculto bajo capas de cotidianeidad y que se deja ver lo suficiente como para atraparnos en la aparente simplicidad de lo que nos muestra.
Ese espacio que nos dirige con su flecha a una especie de vacío, arrincona a alguien en sus márgenes. O ese alguien se instala allí. Tal vez no sea eso lo que nos quiere revelar la cámara. Tal vez lo que intenta comunicar la imagen nos intriga, nos obliga a volver sobre ella, precisamente porque no podemos estar seguros de su realidad secreta ni de que ésta resulte de la voluntad de quien la captó. Nos quedamos a escuchar lo que nos dice mirando lo que nos deja ver.

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