jueves, 30 de agosto de 2012

Rojo y verde




Rojo y verde: dos laberintos entrelazándose. Rojo que ha salpicado la cara e ilumina la piel, tan blanca. Colores fuertes enmarcando los ojos donde los dos colores se funden. Ojos cuyo misterio puede que esté en cómo se hunden en todo lo que ignoran, en lo que intuyen y en lo que saben... Son los de una mujer fuerte y frágil al mismo tiempo.
 Sabemos que la luz que se concentra en ella, la luz que desprende, la deja demasiado expuesta. Quizá pueda esconderse, intentarlo, como lo hace aquí tras los árboles. Pero asoma, con un ligerísimo esbozo de sonrisa que nos dice que conoce o intuye esa fragilidad y esa fortaleza. Para, finalmente, salir de su escondite, encuadrada en verde.
 Nos cuesta apartar la mirada de esta mujer fuego, de este misterio que captamos y proyectamos sobre ella. Abandonamos el laberinto y nos queda en la retina el blanco de sus brazos y, esta vez, el rojo de los labios.



sábado, 18 de agosto de 2012

Madamme Mouche


Las gafas y lo reflejado en ellas casi nos impiden ver su cara, así que la expresión de la boca resulta ambigua. Parece haber hecho de esos cristales su escondite, un refugio. Y desvía así las miradas hacia su buscada y personal elegancia.
 Todo en su vestuario da la impresión de haber sido elegido con cuidado y colocado de una forma y en un ángulo nada casuales. Cubriendo y luciendo al mismo tiempo su edad.
 Es la imagen de una mujer que quiere verse y mostrarse elegante. Probablemente más lo primero que lo segundo. Sentimos ante ese rostro semioculto y esa figura que tanto nos sugiere y tan contradictoria, respeto e interés. Aunque una y otra vez intentamos quitarle las gafas para poder verla realmente, para reconducir nuestra mirada hasta los ojos que oculta. La imagen no nos deja. Probablemente la mujer tampoco.