La imagen desprende una luz esmeralda y dorada que baña los ojos, el pelo, las sombras en la piel; incluso la pared. ¡Qué sensación de suavidad luminosa y joven! Desearíamos creer que la belleza es una señal de bondad sin que la no-belleza pudiese no serlo.
Ella sabe que está "posando" y aún así, el gesto de la mano como apoyándose en la pared pero sin hacerlo -casi parece una caricia- y la sonrisa insinuada en labios y ojos, le devuelven naturalidad.
Es otro de los destellos con los que de vez en cuando nos encontramos por los laberintos de la ciudad. Un destello, en este caso, que nos parece atravesar el agua que, obviamente, no existe.