El hombre se peina, tranquilo, en la calle que es quizá también su casa. No utiliza un peine de bolsillo. Demasiado grande. ¿Llevará una bolsa con sus pertenencias? Hasta es posible que tenga un rincon-armario en el hueco de alguna pared para dejar sus cosas...
Una historia de la que no conocemos el principio ni el final, ni siquiera un capítulo entero sino sólo una escena, por expresiva que sea, nos suele resultar desasosegante. Despierta nuestro interés y nos provoca preguntas que sabemos sin respuesta.
Así que sólo una calle, alguien sin rostro ante un reflejo que le permite adecentarse. No podemos saber más porque esa cabeza, ese brazo, ese peine, pertenecen a la breve escena que captamos de una historia que desconocemos.