Se ve el silencio. Un silencio blanco, frío y acogedor al mismo tiempo. ¿Serán las formas redondeadas de los árboles las que nos hacen sentir el paisaje nevado como una especie de refugio? El mismo cielo parece cubrirnos con una esponjosa sábana de algodón. Y brilla, tamizada por esa sábana, la luz de la lámpara que nos quiere retener dentro de ese nido.
Si respiramos más hondo, si dejamos que la piel nos hable, si nos acercamos de otra manera, los ojos ven caminar al sol con cierto esfuerzo. Notamos el aire agudo, agresivamente vivificador que nos despierta y nos hace seguir el camino que corta ese silencio blanco. Apetece caminar por él rompiéndolo en trozos de sonidos aplastados...
Si respiramos más hondo, si dejamos que la piel nos hable, si nos acercamos de otra manera, los ojos ven caminar al sol con cierto esfuerzo. Notamos el aire agudo, agresivamente vivificador que nos despierta y nos hace seguir el camino que corta ese silencio blanco. Apetece caminar por él rompiéndolo en trozos de sonidos aplastados...