martes, 19 de junio de 2012

Rojo


Los ojos nos atrapan y desasosiegan. Poco a poco y con esfuerzo, nuestra atención se va deslizando hacia la insinuada semisonrisa, sólo perceptible en una de las comisuras de los labios. No sabemos por qué pero la mirada y la  sonrisa nos resultan algo inquietantes y los fuertes colores de la imagen de este hombre, sobre todo el rojo de su camisa y el negro azulado del pelo, pasan a segundo plano. Tropezamos con una pequeña mancha, también roja, en la pared y nuestra inquietud la convierte en "señal" de algo.
 ¿Nos ven esos ojos o están mirando al interlocutor telefónico? Porque es posible  también que nuestra imaginación esté jugando con realidades que desconocemos. Quizá sea una persona que defiende su privacidad al mismo tiempo que la expresión de su boca pide disculpas por ello, con la atención repartida entre nuestra presencia y la voz que le habla.
 Es posible. Sin embargo, volvemos a mirar la fotografía y seguimos sintiendo el mismo desasosiego.
 

miércoles, 13 de junio de 2012

Otra historia


En la primera y rápida ojeada creemos ver a un personaje de una película de ciencia ficción futurista. Pero al mirar con calma nos damos cuenta de que los auriculares, el peinado, las asas de la mochila... nos han confundido. Nada de película de ciencia ficción ni futurismo: es un muchacho real del mundo de ahora mismo con  su mestizaje de gentes y estilos.
 Si seguimos observando la imagen, nos resultan contradictorios el peinado y la expresión, en cierto modo desolada, de la cara. Aunque no podamos explicar el porqué de esa sensación. Una cara, además, de rasgos agradables y sensuales.
 El chico se ha vestido con esmero y algo en él nos dice que se siente lejos de su barrio. Vuelto hacia adentro, sólido e indefenso: otra historia que se nos queda por el camino, sin poder leerla. 

lunes, 4 de junio de 2012

Sin nombres...


Agreste y fragante son las primeras palabras que se nos ocurren ante ese paisaje. Podemos no reconocer qué plantas puntean de color violeta azulado el suelo pedregoso. Sí imaginamos el olor que quizá no tengan pero que sentimos mezclado con el de pinos y mar.
Olemos ese mar, oculto en la forma en que el viento modeló el árbol a que nos lleva el camino. Y todos los otros olores convergen en él.
Mejor guardar el secreto de estos lugares para quienes los viven. Que los olviden las guías turísticas, los reportajes y el excursionismo colectivo. Tienen el resto de la isla para poblar de nombres.